Salzburgo tiene una silueta inconfundible. El mejor mirador, a 120
metros de altura sobre el entramado urbano, es la fortaleza de
Hohensalzburgo, poderosa construcción que recuerda el dominio de los
príncipes-arzobispos. La fama mundial de esta ciudad austriaca se debe
principalmente a su silueta, la belleza del paisaje, de sus alrededores y
la fortuna de que Wolfgang Amadeus Mozart nació aquí en el año 1756.
Debido a la unidad arquitectónica y armonía del casco antiguo de la
ciudad a la izquierda y derecha del río Salzach, en 1997 fue declarado `patrimonio de la humanidad´ por la UNESCO.
Como bien dijo el poeta austríaco Hermann Bahr, Salzburgo siempre es bonita y uno siempre piensa que justo en este momento está más bonita que nunca.
Torres y tejados se extienden en la textura urbana, mostrando vestigios
de distintos estilos, especialmente un barroco notable, con la catedral
como uno de los elementos destacados.
Junto al barroco también hay huellas góticas y románicas, y un entramado
de casas señoriales que da fe de una burguesía acomodada y sensible a
la belleza.
Fuentes, estatuas, jardines y un río que corre vigoroso en medio de la
urbe, integran una agradable imagen, en medio de un entorno verde y
montañoso.